This article was published in the number ''Borders'' by La Tundra, a cultural spanish magazine edited in London every three months.​​​​​​​



Podía notar muy fuertemente el deseo de colocarme al otro lado de la vida, en paralelo, para mirarla sin prisa. No sabía a dónde ir para estar sola y sentirme acompañada, y aquí estoy: ante un cuadro “sin título”:
Parece recién pintado. Hablar con la pared es como imaginar las formas del gotelé o unir puntos en constelaciones. El inevitable puntillismo de la vida solo se ve con perspectiva. ¿Qué veo? Veo brochazos de su ira y pinceladas de nostalgia. Hay profundidad de campo, volumen. Veo un cuadro que quiere ser escultura, cultura descompuesta. Pero consistente. Cada cosa está meticulosamente en su sitio, a punto de caerse. Como si el equilibrio se rompiera solo con mirarlo. La fragilidad de las cosas bonitas.

No es plano, aunque lo parece. Óleo, papel, madera. Es una puesta de sol con los ojos cerrados, que cambian de color al pasear por los colores desgastados que se reencuentran. Porque ya se conocían. Hay una mancha negra intermitente y un gris disimulado, un rojo inglés y un rojo rojo. Gotea el carmín y sopla un blanco, humo, de aire contaminado. Está el pigmento amarillo de los girasoles de Van Gogh. La noción del tiempo se pierde y solo queda espacio que, para Rothko, es la libertad condicional del ser humano. Me acerco con lo que soy y busco lo que me falta. Me reflejo. Me proyecto en presente pretérito en una conversación sin palabras. La sombra que lo fija a la pared no lo limita, los bordes están replegados. No acaba. Se expande. Me encojo.

Es el limbo de las ideas, las buenas y las malas. Hay universos paralelos accidentados. Noches, días. El amor conyugal del que nacemos: el todo y la nada. Un divorcio inconsecuente con custodia compartida: el espacio, distancia entre todo lo que se toca. Intenta unirse y no puede. De pronto, fricción, algo se tuerce. Erupciona el naranja y mueve al amarillo. Ya no hay líneas rectas. Todo cae, cae rápido. Cada vez me cuesta más trepar por el cuadro. Veo fluir el rojo y, al final, llega la niebla. Mis pupilas se abren y se cierran. Tengo miedo al negro que se acerca. Veo solo el hueco y va muriendo el color. Cualquiera. Anochece en el cuadro y me despido del horizonte. Soy un sagrario.
Tengo sed y ya no hay rojo, hay Abismo. Veo el infinito y no lo toco. Toco la raíz. Cerca del dolor estoy tranquila.

Una raya negra hace que suelte el punto en el que perdía la mirada.

Génesis: la armonía del Caos. Equidistancia: dinamismo estático, paralelismo utópico. Punto de inflexión. Profecía, anarquía de las cosas, jerarquía del momento. Mito, cruda realidad. Existencia, soledad crónica. Prisa, calma; antagonismo. Creación, abismo, vacío. Colisión de estrellas apagadas. Tierra de nadie, purgatorio de los artistas, impotencia, negación. Genio. Grito deformado, una vida eterna sin Dios. Locura del mundo, búsqueda, cáliz, gravedad. Pintura.
El rojo se descoloca y salpica una mancha de sangre en el suelo. Silenciosa.

- ¿Se puede tocar?

- Solo con mirarlo.

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